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El cinéfilo recuerda

La animación digital en Colombia creció desde los escombros para ganarse un lugar entre los grandes gremios internacionales en tan solo 50 años de trayectoria. Revolucionó la forma tradicional de hacer publicidad, cine y televisión.

 

Era mágico para los niños de la sala ver a esa Pobre Viejecita cobrar vida. Pero, era más increíble para el director, Fernando Laverde, ver cómo ese objeto inanimado, que posó durante horas frente a su cámara, contaba una historia. Aunque había otro hombre en la sala que, a sus 53 años, no podía de la dicha.

El día en que nació Jorge Luis Lizarazo, el cine sonoro acababa de llegar a Colombia.  No se supo nunca qué generó su trastorno obsesivo compulsivo por el cine colombiano. Pero, no era una mera coincidencia que en 1929, el mismo año en que nació, el país se adentrara abruptamente en esta industria; o al menos eso contaba.  

Después de un momento de sentimentalismo en el que tuvo presente su primer largometraje animado, se levantó del sillón, se limpió el sudor del rostro y volvió a la biblioteca a seguir con la entrevista. Quiso mostrar todos sus vinilos, sus fotografías, sus recuerdos y sus souvenirs. Más que un loco, parecía un historiador. Su línea del tiempo en Colombia no fue dividida por la guerra o la política, sino por el arte y su progreso. Esto es un cinéfilo.

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Ilustración del póster original de la película “La Pobre Viejecita” (1978) de Fernando Laverde, que se basó en el cuento de Rafael Pombo [Artista: Daniel Román].

“El cine es el séptimo arte, y la animación vino mucho antes que el cine”.

 

– Andrés Forero, director de la carrera de Comunicación Audiovisual y Multimedios de la Universidad de La Sabana.

La historia de la animación recorría sus venas. La ola de conocimientos que trajo el mundo moderno después de 1929 solo fue uno de los motivos para que Lizarazo se considerara un ilustrado adicto. En el contexto de sus primeros 20 años de vida, la guerra en Colombia apareció con los grupos insurgentes. Aunque, la polarización y el odio político ya llevaban años interactuando en el país. 

 

Sin embargo, recordó sentir esperanza por primera vez cuando se encontró con el Gran Salón Olympia de Bogotá. Allí vivió esos primeros años, conociendo las maravillas tecnológicas de los hermanos franceses Lumière. Aunque el lugar fue creado por los hermanos italianos Di Doménico, era un sitio representativo para los bogotanos. “El cine es el séptimo arte y la animación vino mucho antes que el cine”, comentaba Andrés Forero, director de la carrera de Comunicación Audiovisual y Multimedios de la Universidad de La Sabana. Por eso, los dibujos se convirtieron en una oportunidad de crecimiento artístico para el país.

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Archivo histórico del Gran Salón Olympia (1960) en Bogotá, Colombia, el primer salón de cine del país.

Todo lo que trajo el cine fue mágico, pero ¿cómo empezó a crecer la producción de esa magia en el país? Lizarazo meditó por unos segundos y soltó: “La animación en Colombia es una historia en movimiento”, citando a Carlos Santa.

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La animación había iniciado mucho antes de que Lizarazo naciera, en 1895, con la captura de dibujos a color y la proyección en movimiento de Georges Mèlies, Èmile Cohl, Stuart Blackton, Segundo de Chomón y Winsor McCay.

Ilustración de “El viaje a la Luna” de George Meliès en 1902 [Artista: Daniel Román].

Colombia empezó relativamente a animar en 1950; las técnicas variaron e hicieron de los proyectos de animación productos de mayor alcance. "Colombia fue victoriosa" decía Lizarazo, rememorando la película de Arturo Acevedo Mallarino en la que algunas partes fueron imágenes manipuladas por la técnica de animación cuadro a cuadro.

“Las artes, las industrias y las culturas audiovisuales se transforman constantemente, como también se transforma lo que hacemos por su desarrollo”.

 

-Julián David Correa Restrepo, director de la Cinemateca Distrital y Gerente de Artes Audiovisuales en el Instituto Distrital de las Artes (IDARTES)

Todo cambió en menos de 50 años. La animación pasó de ser utilizada en la publicidad a estar en las grandes pantallas de cine y televisión. Los canales públicos le permitieron, al adicto, ver frente a frente a sus animaciones. Grandes personajes como Betty Toons y El Profesor Súper O son creaciones colombianas que se vuelven patrimonio.

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Recreación de Betty La Fea y Don Armando en la serie animada “Betty Toons” de 2002, producida por María del Pilar Fernández y Raúl Tinjacá [Artista: Daniel Román].

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Recreación de la serie animada de carácter educativo “El Profesor Súper O”, el cual corrige a las personas que cometen errores idiomáticos [Artista: Daniel Román].

Los diseños cambiaron abruptamente porque la tecnología llegó de imprevisto. De golpe, los sectores del país se modernizaron. Como comentaba Julián David Correa Restrepo, director de la Cinemateca Distrital y Gerente de Artes de IDARTES: “las artes, las industrias y las culturas audiovisuales se transforman constantemente, como también se transforma lo que hacemos por su desarrollo”. Esto conllevó a un cambio no solo técnico, sino humano. 

-¿Y esto cómo se transformó?, ¿cómo vive Colombia ahora la animación?

 

Se levantó del sillón y organizó todos los libros e imágenes que había sacado para explicar el pasado. Volvió a sentarse con un computador en las manos y dijo:

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"venga le cuento". 

Ilustración de Jorge Luis Lizarazo en el sillón de su biblioteca privada en Bogotá, Colombia [Artista: Daniel Román].

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